Ciudad a 30: un balance

Alba Familiar. La movilidad urbana ha cambiado. Lejos quedan aquellos años en los que los coches atravesaban la Plaza Mayor de Salamanca y seguían su circulación por las calles Toro o Zamora. Resulta impensable visualizar que, en las tardes en las que estas céntricas vías comerciales se llenan de gente, pudieran convivir con el tráfico rodado. Los cambios han venido implantándose poco a poco, y este mes de mayo se han cumplido 365 días desde uno de los más importantes de los últimos años: la reducción de la velocidad a 30 kilómetros por hora de los vehículos en las vías de un único sentido. Una medida impuesta por la Dirección General de Tráfico (DGT) a nivel nacional y que desde el Consistorio charro decidieron llevar un paso más allá.

Los datos no son exactos, pero Salamanca apunta a ser una de las ciudades más restrictivas en cuanto a velocidad de Castilla y León. La capital charra, la única que ha contabilizado el número exacto de sus calles limitadas, con un total de 1.326 a 30 kilómetros por hora (un 84,19 por ciento) y 214 a 20 kilómetros por hora (13,58 por ciento), dejaría poco más del dos por ciento de sus calles a una velocidad de 50, la genérica tan solo hace un año.

A ella se aproximan ciudades como Valladolid, desde cuyo Ayuntamiento estiman un 85 por ciento de sus calles limitadas a 30 kilómetros por hora. Les seguirían Soria y Palencia, con una aproximación del 80 por ciento y, a lo lejos Burgos, con un 62 por ciento de calles a 30 y un tres por ciento de vías a 20.
El resto de consistorios capitales de provincia consultados por la Agencia Ical no pudieron dar un dato concreto, pero sí señalaron que la implantación de esta limitación obligatoria se ha realizado “de manera genérica” en las vías de un solo sentido. En Ávila contabilizan tan solo cuatro calles a 20 kilómetros por hora, y once a 50. Además del proyecto ‘Ciudad 30’ en León, o la limitación adicional de 20 Km/h dentro del recinto amurallado de Segovia.

Pese a que la medida de la DGT solo afectaba a las vías con un único carril, el Consistorio salmantino decidió implantar esta medida en la práctica totalidad de las calles de la ciudad. Antes de ello, a finales de 2020, el Ayuntamiento convirtió en calles residenciales 214 vías de la ciudad, en las que se redujo la velocidad de circulación a 20 kilómetros por hora. “Nosotros lo analizamos muy bien y nos dimos cuenta de que en Salamanca teníamos calles que podían estar a 50, otra continuación o anterior a 30, y eso podría producir un cierto despiste en los conductores”. Así lo justifica el concejal de Fomento, Urbanismo, Protección Ciudadana, Tráfico y Transportes en el Ayuntamiento de Salamanca, Fernando Carabias, quien se muestra orgulloso del trabajo realizado en la capital.

Los datos

“Estamos muy satisfechos, sobre todo por los resultados. Cuando hacemos cambios no los hacemos por entorpecer algo. Los hacemos con un objetivo, que es mejorar la vida a los ciudadanos”, señala el edil, con la esperanza de que los ciudadanos “los vean con una visión general y global de ciudad, no en lo que a cada uno le pueda afectar por sus costumbres”. Y los datos respaldan la satisfacción del concejal, pues según detalla, la velocidad media ha bajado “considerablemente”. En concreto, un 17 por ciento menos que hace un año. Así, aunque en algunas avenidas los conductores sigan circulando por encima de los 40 kilómetros por hora, las mediciones realizadas por los aforadores situados en calles con un tráfico considerado “significativo” indicaban que antes se circulaba, de promedio, a 60 kilómetros por hora.

Esta reducción de velocidad se ha visto reflejada también en los atropellos. Fernando Carabias tilda la cifra de “significativa”, ya que durante 2021 se produjeron un total de 53 atropellos con 56 personas implicadas. Una cifra que se ha reducido en comparación con el año anterior en el que hubo un total de 70 con 76 personas afectadas. El camino de 2022 indica a que las cifras se asemejan a las del pasado año. En materia de multas, en la que el concejal señala que se ha dado “un margen de confianza a los conductores” de manera temporal, indica que, aunque en un primer momento aumentaron las sanciones, a medida que ha ido pasando el año se ha estabilizado, “prueba de que la velocidad de los conductores se ha ido acomodando a esos límites”, remarca.

Aun así, el tráfico diario se ha reducido en comparación a las cifras anteriores a la pandemia, algo que el concejal afirma que ocurre tanto en Salamanca como en el resto de ciudades. “Hay gente que todavía utiliza su coche particular para desplazarse en lugar del autobús. Yo creo que cuando desaparezca la sensación de que hay pandemia habrá menos circulación y se volverá a recuperar el número de usuarios en los autobuses”, indica.

Una ciudad pensada para el peatón

Fernando Carabias afirma que antes de tomar la decisión se llevaron a cabo reuniones con diferentes sectores profesionales, como taxistas, el comité de empresa de conductores de autobús urbano o asociaciones de transportistas. Y, pese a que en un primer momento hubo reticencias, se llegó a un acuerdo y a un consenso. Pese a ello, tras un año con estas medidas implantadas, en una parada de taxis situada a unos metros del Ayuntamiento un grupo de profesionales del sector relatan a la Agencia Ical cómo han vivido las restricciones de velocidad desde su profesión. Pese a que coinciden en que es una medida que se debe acatar, aún tienen quejas por la ralentización y el incremento de los trayectos, la impaciencia de los conductores que no quieren restringir su velocidad o las calles peatonales por las que ya no se puede circular.

La prioridad para el peatón es el sentido hacia el que se encamina la ciudad, con la vista puesta en la implantación de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE). Así, ajustándose a los plazos del proyecto del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, por el que Salamanca ha recibido 6,5 millones de euros de los fondos europeos Next Generation, han comenzado a peatonalizar más de una veintena de calles de la Ciudad Vieja. Reformas como la de la calle Ancha que ya ha culminado su obra.

“Nosotros queremos que Salamanca sea una ciudad acogedora, pensada para los ciudadanos, para el peatón”, señala Carabias, quien la considera una “ciudad tranquila”, en la que, debido a sus monumentos y su historia, “la zona céntrica es para disfrutarla paseando y disfrutar de las calles y de las plazas”. Aun así, afirma que en esta remodelación se tendrán en cuenta factores reales, ya que no se puede prohibir de manera tajante el tránsito de los vehículos en las ZBE, debido a los garajes residenciales, taxis, autobuses urbanos o el transporte de carga y descarga, entre otros. Además, indica que tendrán en cuenta las peticiones de las asociaciones de vehículos históricos para que puedan circular en momentos puntuales por el centro de la ciudad.

Así, afirma que “lo que queremos es que [la calle] se llene de gente que pueda andar, circular y pasear tranquilamente”. Un factor al que también se suma la nueva ordenanza de terrazas, que afectará a vías como la Rúa, en la que se ha “buscado un equilibrio” para que los veladores no ocupen un espacio muy relevante.

Con todo ello, Salamanca se postula como una ciudad que echa la vista hacia el peatón, fácil de transitar a pie y cómoda para recorrer. En ella, el tráfico rodado se ve cada día más limitado, y los cambios continuarán con la Zona de Bajas Emisiones que delimitará el tránsito de vehículos en la almendra central de la capital en un futuro cada vez más cercano. Viandante y conductor están destinados a convivir de una manera más amable en una ciudad en la que el Ayuntamiento insiste en transformar hacia un modo más accesible, cómodo y con mayor seguridad.

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